El origen de la expresión lo encontramos en las playa mediterránea española durante la edad media, donde se creó una serie de atalayas para vigilar desde la costa el arribo de naves piratas árabes. Al divisar en el horizonte los barcos moros el vigía gritaba "¡Hay moros en la costa!" y se encendían fogatas que junto con las campanadas alertaban a las poblaciones vecinas para enfrentar a los invasores. Pasado el tiempo la frase tomó el significado de aviso para cuidarse de alguien cercano e indiscreto, o de algún superior de quien ocultarse.